MURIÓ A LOS 80 AÑOS.
Amante y cultor del jazz a pesar de ser miembro original de una de las bandas de rock más famosas de la historia, y dueño de un bajo perfil inusual dentro del ambiente, Charlie Watts escribió un capítulo inolvidable y único entre las grandes estrellas del mundo del espectáculo, cuya dimensión real tal vez recién sea valorada en su totalidad a partir de su sorpresiva muerte, ocurrida este martes pasado en Londres.
Es que el fundamental músico supo mantenerse al margen de los escándalos públicos y su andar estuvo lejos del hedonismo que caracterizó al resto de sus compañeros de grupo. Acaso, la fidelidad demostrada a la mujer con la que se unió a principios de los ´60 sea una de las pruebas más cabales de eso.
Ese transitar por los márgenes no debería asombrar tanto si se tiene en cuenta que en realidad la pasión musical y la filosofía artística de Watts estaban ligadas al jazz, más allá de que su fama mundial se debía a que era parte de una las maquinarias más grandes que dio el rock.
Es que tanto en sus primeros años de formación musical, como a partir de los ’80 cuando formó su propia agrupación, el músico tuvo a este género por sobre el rock como su principal fuente de inspiración, algo que subyace en las interpretaciones encaradas para el combo encabezado por Mick Jagger y Keith Richards.
Más allá de eso, y a pesar de su casi inadvertida presencia, el baterista se estableció como una figura clave en el engranaje de esa gran maquinaria rockera que es Los Rolling Stones, a partir de un sutil y único toque de tambor y una fuerte pero serena personalidad que en muchas ocasiones encauzó desmedidos egos dentro de la banda.
Nacido en Londres, Watts desarrolló desde muy chico un gusto por el jazz y el rhythm & blues, por lo que sintió que el mundo le sonreía cuando fue convocado en 1961 por Alexis Korner para ser parte de la Blues Incorporated, uno de los más importantes grupos en el Reino Unido de ese género.
Al ver su desempeño en ese combo, los jóvenes Jagger, Richards, Brian Jones, Bill Wyman e Ian Stewart entendieron que ese swing en la batería era el que necesitaba la banda de blues que estaban formando y fueron por él.
Los famosos riffs de Richards y los meneos de caderas de Jagger encontraron su atinado y definitivo ritmo en los particulares tambores de raigambre negra de Watts, los mismos que renovarían la sonoridad del grupo en 1981 desde la introducción de “Start Me Up”.
Con un pasado como estudiante de arte y una familia estable, mientras sus compañeros vivían de manera desenfrenada, más aun en épocas de giras, el baterista optaba por mantenerse encerrado dibujando en cuartos de hotel. Mientras todos se codeaban con la crema rockera de la época, él prefería perderse en clubes de jazz.
Esto no impidió, sin embargo, que cayera en una fuerte adicción a la heroína y el alcohol a finales de los `70 y gran parte de los `80, pero en su caso fue más producto de demonios internos personales que un condimento a un alocado andar.
Sin embargo, incluso en su peor momento, Watts siguió siendo el único capaz de ponerle freno a los egos de Jagger y Richards, tal como lo confirma una famosa anécdota con el vocalista en una gira de los `80.
Fue cuando el cantante llamó a su habitación en la madrugada para reclamar que “su baterista” debía estar a disposición porque quería ensayar. Sin inmutarse, Watts se levantó, se afeitó, se vistió de traje, fue a la habitación del vocalista y le pegó una trompada, para luego aclararle: “No soy tu baterista. Vos sos mi cantante”. Dicen que Jagger nunca más lo llamó así.
Fue por aquellos años en los que el grupo entró en un incierto impasse y en el que Watts finalmente formó sus propias bandas de jazz con las que hasta el día de hoy despuntaba el vicio.
Sin embargo, Watts siempre estuvo firme al pie del cañón cuando ese monstruo llamado The Rolling Stones volvía a ponerse en marcha, del mismo modo que la banda supo esperarlo y acompañarlo en sus momentos más difíciles, como cuando enfrentó en 2004 un cáncer de garganta.
Por eso llamó la atención cuando semanas atrás anunció que no iba a ser parte de la gira que el grupo retomaría en septiembre por Estados Unidos, luego del parate obligado por la pandemia de coronavirus, por problemas de salud.
Es cierto que a lo largo de historia, The Rolling Stones se reinventó tras la temprana muerte de Brian Jones en 1969, supo capear la pérdida de un fundador y figura clave en su organización como lo era el pianista Ian Stewart en los ´80, y pudo reemplazar sin sobresaltos al bajista Bill Wyman cuando se bajó del barco. Pero sin Charlie Watts, esta vez sí que nada será igual.