EN ÉPOCA, TE VENIMOS CONTANDO HISTORIAS DE MUJERES Y HOMBRES DE NUESTRO LUGAR, QUE HICIERON SUS VIDAS EN OTROS LUGARES DEL PAÍS Y EL MUNDO.
Marcela Portesi, 54 años, nació y vivió junto a su conocida familia en Capilla del Señor. Es contadora pública, casada con Pablo hace 19 años y mamá de Franco de 16 años. En 1986, enfiló hacia Buenos Aires para estudiar en la universidad. “Soy Contadora Pública (1992), y diría que “vivir vivir” en Buenos Aires lo siento más, desde que comencé a trabajar en 1991. Hasta ese momento tenía dependencia absoluta a “full”, de los fines de semana en Capilla!”, le dice a EPOCA.
Enseguida recuerda con alegría y algo de nostalgia, su infancia en Capilla, “asistí al jardín de infantes en la Escuela nº 1 en la sala verde, comencé con el período escolar iniciado (1972). Guardo hermosos recuerdos de ese corto y hermoso comienzo de mi escolaridad. ¡Por suerte, con muchos de mis compañeros compartimos la escuela primaria y la secundaria!”
“En 1973 comencé la primaria en la bicentenaria Escuela 1 Bernardino Rivadavia. Ah!, fueron años únicos, fuí aprendiendo y formando a la persona que soy. Y compartí con un hermoso grupo de egresados en 1979, con quienes pudimos reencontrarnos en el festejo hace poco por el bicentenario el 3 de octubre pasado. No nos habíamos reunido nunca en grupo, pero lo hicimos para el festejo y ¡ahora nadie nos detiene!. Cada 3 de octubre la escuela se vestía de fiesta, para festejar su cumpleaños, y homenajear a Bernardino Rivadavia. Llevábamos ramos de flores, preferentemente calas blancas, que nos habían contado eran las favoritas de Rivadavia. En mi casa había muchas plantas y hacíamos un gran ramo con mucha alegría con mi hermano y mi mamá”, UN año me acuerdo, lustramos el busto de Rivadavia con manteca!, ¡sí con manteca! ¡cómo nos divertíamos, homenajeábamos y también un poco, nos ensuciábamos, fueron muy lindas muchas vivencias!”, recuerda Marcela.
La familia Portesi ha sido una de las más arraigadas a Capilla, “tuve una infancia feliz, mi mamá y mi papá hacían malabares en el día a día. Vivíamos en la casa de mi abuela materna, una casa siempre llena de chicos que venían a jugar y pasar las tardes enteras divirtiéndonos. Quizás no era el hogar con más confort, pero estoy segura, que uno de los más visitados. Las reuniones familiares con tíos y primos también las recuerdo entre las más preciadas”.
A Marcela le gusta evocar recuerdos de su infancia y adolescencia en Capilla, “síi, como me voy a olvidar de las salidas, de las caminatas en la Plaza San Martín, des helados en lo de Cornejo!, también ir a la Plaza de la “Estación” y cruzar a comprar golosinas al Bar de Herrera!, el Club Honor y Patria donde hacíamos actividad física, el “Remolino”, sobre el Arroyo, donde está la pileta municipal del complejo Andrés Salgado, ver alguna película en el cine en la “Casa de la Cultura”, en la actualidad el Salón Roma de los jubilados, estudiar inglés después del colegio (¡yo tenía el privilegio de tener a mi tía como profesora!; los carnavales y jugar con las bombitas, ¡no había edad!. Disfrazarnos y ser “mascaritas”, hermosas costumbres que se fueron perdiendo con el tiempo, hoy nada posibles por la inseguridad y desconfianza”.
Como los vecinos de nuestro pueblo, aquellos que continuaron sus vidas en otros lugares de la Argentina o países en distintos puntos del mundo, Marcela no se olvida de los 14 de septiembre, día de los festejos patronales, “siempre únicos, el primer helado, la salida a la plaza, la vuelta en el trencito que recorría el pueblo, los copos de algodón de azúcar, no creo que haya capillenses que no vivan en el pueblo, y puedan olvidarse de los 14 de septiembre!, y por otro lado, entre otras cosas, el Coro Cantarines del Señor, ¡las iniciales coincidían con Capilla del Señor! Y la Campana de Cristal que han seguido organizando el Club de Leones, dichosa de haber sido parte!”.
Otro evento muy arraigado en la vida de los exaltacrucenses, los Carnavales; la mujer oriunda de Capilla los menciona como parte de su vida, “los de los años 90, había dos personas disfrazadas de monjas que paseaban cada noche y nadie sabía quiénes eran. Una era dueña de un negocio al que habído esa tarde misma, y disfrazado me dijo “¿tenés que hacer algo esta noche?”, yo asombrada le digo “nada puntual, salir con mis amigas”. Y ahí me cuenta que era una de las Sores y que una no podía salir esa noche…Conclusión voy al corso esa noche disfrazada de una de las Sores. Mis ojos se veían, y algunos me decían que no era la de siempre. ¡Pero nadie podía adivinar quién era!. Un amigo de la infancia me miraba y me decía “yo te conozco, quien sos?”, y yo me reía, porque si hablaba, ¡listo me conocían!. ¡¡Fue una noche divina!!”
Entre 1979 y 1984, la capillense cursó sus estudios secundarios en la Instituto José Manuel Estrada. “¡una época maravillosa de mi vida!. El temor de las 13-14 materias, el uniforme, los nuevos compañeros de otros lugares, la época de las primeras libertades comenzando a andar más solos, los primeros ”asaltos”, aquellas reuniones en casas donde hacíamos los primeros bailes, el retorno de la democracia, las Matinée en Mon Cheri, donde mi hermano era uno de los dueños, después Arkadias, Horizonte, Momentos, Marrón Café, La Fusta…, todo grabado en nuestras memorias; la misa a la tarde, sábados o domingos done ¡rezábamos y también mirábamos a chicos que venían de fin de semana!. Después, la etapa del Club Leo y la formación, la experiencia y oportunidad de ayudar y ser solidarios, con acciones en el Asilo de Ancianos a cantar y llevar tortas, las loterías en las escuelas del distrito, las colectas de alimentos, y tantas cosas más. También interactuar y hacer amigos que no eran del colegio, salíamos todos juntos y los chicos nos acompañaban a casa!!!”.
A medida que recorre, la memoria de Marcela Portesi fluye, “y sí tantas vivencias que vistas a la distancia generan una sonrisa y a la vez algo de nostalgia, tiempos muy valiosos y hechos como digo, que no se olvidan, como el viaje de egresados!, o las primeras veces que íbamos solas a San Isidro a comprar ropa con mis amigas, años que valieron la pena vivirlos. Era una aventura salir solas de Capilla, temprano a la mañana y volveré a la tarde; así comenzamos a manejarnos para viajar, conocer, estudiar. En esos años no existían los celulares y había pocos teléfonos fijos en las casas. Yo llevaba los sándwiches porque mi papá tenía almacén y mis amigas compraban las bebidas, almorzábamos en la Plaza de Tribunales”.
Como queda dicho, Portesi valora mucho el valor de los afectos, y si se trata de amigos y ex compañeros de promoción en el Instituto Estrada, enfatiza, “mi adorada promoción 1984 con quienes estamos en continuo contacto y hacemos encuentros seguidos, que nos sirven para vivir momentos muy lindos; una de las chicas me comentaba hace poco cuando en el año ´80 en primer año, tuve el honor y privilegio de obtener una medalla de oro del Rotary Club, dentro del Premio Dr. Roberto Bermúdez, como mejor promedio del colegio. Fue muy emocionante para mi familia y aún más para mi mamá, ya que el Dr. Bermúdez era muy amigo de mi abuelo materno”.
En 1985 comenzó el CBC (Ciclo básico Común, para el ingreso a la UBA). “en el inicio del gobierno democrático. Una amiga y yo seguíamos la misma carrera, contador público, y al anotarnos no pudimos cursar juntas para viajar los mismos días a la Sede Luis María Drago, fue horrible!. En ese comienzo, el fin de semana anterior al inicio de clases, fuímos con mi mamá a Buenos Aires para conocer el lugar donde iba a estudiar y así aprender ar a viajar yo sola para arrancar, increíble si lo pienso hoy, ja!”.
“Estos –apunta- fueron cambios que marcaron a fuego, la responsabilidad de viajar sola, de estar atentos a los robos, a la gran ciudad. Además, los sábados de ese año 1985, regresaba a mi casa en Capilla alrededor de las 10 de la noche; días agotadores y más aún para mí, pensando en el contexto de haber tenido el secundario a dos cuadras y no tomar tren ni colectivo para nada. Al regreso estaban siempre mis amigas en casa haciéndome el aguante para salir, ¡sin ellas no lo hubiese hecho!. Cada viaje era con mucho esfuerzo de mis padres, el dinero era escaso siendo austera en gastos, y también tuve el apoyo de mis tías y tíos”.
El repaso continúa, “conocí nuevas gentes, y hice lazos de amistad, esas amistades que se construyeron con cartas y recibiendo llamadas en el teléfono de una de mis vecinas (no había teléfono en casa!). Hoy una de esas amistades sigue a pleno y soy madrina de su primer hijo abogado. Ya empiezo a ser la chica de Capilla para muchos, ja!”. “Luego de muchos pedidos y reclamos (éramos dos agujas en un pajal) con mi amiga de Capilla, logramos que el último trimestre pudiéramos cursar juntas las últimas dos materias del CBC! Y así viajar y estudiar juntas”
“En el 86 arrancamos ambas en la Facultad de Ciencias Económicas, clases todos los días!. Imposible viajar, no nos quedaba tiempo para estudiar. Conseguimos un departamento de una persona de Capilla, que nos lo prestó, ¡sí nos lo prestó!, había un grado de parentesco con mi amiga y no nos cobróa!; actitudes, gestos que nunca se olvidan y que hicieron posible que yo pudiera estudiar. Así fuí avanzando en ese crecimiento de vivir sola, estudiar, responsabilidad de una vivienda, viajar, y siempre en un contexto de austeridad. Vivíamos en un mono ambiente (¡en Belgrano!), y compartíamos a diario la aventura de las compras, buscar precios, estudiar, ir a la facultad, viajar en el 60 (donde por supuesto una vez me robaron la billetera!), dormir poco por estudiar, y siempre pensando en volver a Capilla el fin de semana. Mi mamá venía a vernos cuando podía entre semana”.
“Mi mamá se enfermó a fines de 1986 y si bien parecía que había combatido el cáncer, no fue así y en 1987 falleció. Fue el golpe más difícil que tuve que vivir, yo tenía 20 años. 20 años de esa época, era muy dependiente a pesar de estar estudiando en Buenos Aies, la dependencia con mi familia y Capilla era total. Y bueno, no me quedó otra que seguir adelante, mis logros de esa época fueron no abandonar la facultad, conversar con profesores para que me tomaran exámenes en otras fechas, y superar esa adversidad con el apoyo de mi papá, hermano, amigos, vecinos, pensando siempre en seguir por mí y por el deseo de mi mamá para que yo estudiara. También comencé a organizar tareas en mi casa de Capilla, para alivianar el día a día a mi papá y mi hermano, con ayuda de una persona que venia algunas horas a trabajar a casa y que nos mimó como si fuéramos sus hijos. Un momento lindo dentro de la tristeza por la partida de mamá, fue el nacimiento de mi segundo ahijado, hoy profesor de educación física”.
Vivir fuera de Capilla, estudiar, para la capillense pasó a ser un desafío constante para esos tiempos. Entre 1987 y 1990, sigiió conectada a full con Capilla. “Fuí madrina de casamiento de mi hermano y en 1990 nació mi primer sobrina y tercera ahijada. En tanto, continué intensamente en la facultad y con trabajos temporales. La relación con mi papá se hizo cada vez más intensa , al igual que con mi hermano y su familia. Hice nuevas amistades en la facultad y ahí nació la amistad con quien fue mi esposo años más tarde”. “En 1991, mi amiga de Capilla se había recibido y regresó, me empezó a no ir tan bien en la facultad y decido comenzar a trabajar”.
“Me mudé a otro departamento de otra señora de Capilla, lo compartí con otra chica capillera, quien iba Buenos Aires los fines de semana, o sea nos cruzábamos. Busco trabajo, por un lado, por la bolsa de empleo de la facultad y por otro lado, en una gran firma de Auditoría por la proximidad de un vecino de Capilla, su hijo trabajaba allí. Pasé las entrevistas y me decidí por el Estudio de Auditoría. Comencé mi trabajo de verdad, aprendí desde cómo manejarme telefónicamente a interactuar con clientes, jefes, pares, así como también los primeros conocimientos en computación. Én ese momento alcancé mi independencia económica”..
“Mientras tanto, nació mi segundo sobrino y la conexión con Capilla siguió intensa y no había fin de semana sin que fuera, disfrutando de salidas, amigos y familia. Mi papá había formalizado con una vecina de Capilla, familia con quienes aún mantengo contacto y con quienes compartí momentos muy lindos y fructíferos. 1992 es un año de muchos cambios y experiencias. Con empeño, viviendo sola, trabajando y cursando de noche, ¡doy mi última materia y me recibí!”.
“Unos años después, otro golpe duro, falleció una gran amiga de Capilla quien estaba viviendo en Buenos Aires con sus tíos, otra pérdida que marcó mi camino. En 1996, tengo la posibilidad de un trabajo en Capilla, voy pasando las entrevistas y al tener la última con quien sería mi jefe directo, luego de una gran charla, decido bajarme de la búsqueda. No me animé a volver sola al pueblo, a tener la mirada más cercana de quienes me conocían. Mis amigas estaban casi todas en pareja con su vida ya armada, y yo sentí que mi vida aunque estaba sola, la estaba armando en Buenos Aires. Mi padre apoyó mi decisión sin ningún cuestionamiento”.
“Ya con muchas amistades del estudio donde trabajaba, se fueron forjando relaciones con amigas que siguen actualmente muy fuerte. Con una de ellas muy cercana y compartiendo maternidad casi juntas, y también algún trabajo más allá del Estudio. Amistades con quienes comencé a salir en Buenos Aires, y trabajando los tiempos eran otros. Muchos sábados salía y al regresar me cambiaba, me tomaba el “57” y el “San José”, llegaba a Capilla desayunaba y almorzaba con mi papá y familia y volvía temprano a Buenos Aires, a descansar para arrancar la semana. ¡Cuánta juventud, jaja! Otros fines de semana no iba pues viajaba a trabajar a Mendoza, Córdoba, Santa Fe, y ¡lograba que mi papi viniera con mi hermano y familia a verme a Buenos Aires!. Esos viajes de trabajo me favorecían, ahorraba pesitos, ja!”.
Marcela enfoca la mirada a los tiempos del “1 a 1” en la Argentina, “empecé a viajar al exterior por vacaciones!, me abrieron la cabeza, sacar el pasaporte, impensado para mi unos años atrás!. Por el trabajo de auditoría los veranos eran y son intensos, por lo que las vacaciones quedaban para más adelante. Podía planificarlas por estar sola y coincidir esos viajes con amigas compañeras de trabajo. Tomé aviones, cruceros y recorrí playas por Aruba, Saint Martin, Barbados, Punta Cana, Acapulco, Distrito Federal, Madrid, Torremolinos, Marruecos, Gran Canaria, ibárbaro!”.
A la capillense, le tocó atravesar otro momento muy difícil, ante el fallecimiento “de mi papá en 1997, un durísimo golpe; l Lo vi un domingo y falleció un martes. En lo personal encaré´unl nuevo duelo, no fue fácil sentirme sola de papás, a pesar de tener 30 años. La conexión con mi padre luego de la partida de mi mamá fue absoluta. Y pasó a ser mi hermano mi referente principal junto con su familia, me acompañaron fuertemente a encarar esta pérdida, como mis amigos de Capilla y Buenos Aires”.
“La vida tiene esas cosas, ¿no?, en 2000 conocí a Pablo quien es mi marido, arquitecto, curioso, gustoso de la fotografía y la vida al aire libre., ¡ah y muy inteligente también!. En 2001 compro el departamento donde hoy vivimos. ¡cumplí el sueño de la casa propia!. Fue un año de inestabilidades y crisis, con esfuerzo y recortes de gastos seguí. Conocí a mi gran vecina de Buenos Aires, lo seguimos siendo, solidaria, presente, discreta, amiga, madre y hermana, y su hijos pasaron a ser “los sobrinos de al lado”. En 2002 nos casamos, y soportando otro momento de duelo, días antes de casarnos falleció una de las hermanas de Pablo. Aún hoy que no entiendo cómo mi suegra pudo estar parada en el altar… El casamiento fue en Capilla, me acuerdo en lo previo, en la primera visita a la iglesia, hablamos con el sacerdote y me dijo, “pero usted no es de Capilla, no vive en Capilla” dándome a entender que no podía casarme. ¡Fue tremendo que me dijera eso, yo no lo podía creer! porque yo siempre me sentí y me siento de Capilla!”. ubo una red de apoyo de mis amigas de Capilla y hablando con él se pudo organizar excelentemente la ceremonia”.
“Ahí fusioné familia, amigos de acá y de allá, de Capilla, del CBC, de la facultad y del trabajo, ¡todos!. Mi hermano fue el padrino. Una amiga de Capilla tocó el piano y el cantante fue el padrino de Pablo quien cantaba en el coro polifónico nacional. Hicimos sólo un brindis que duró horas, y que fue hecho con ayuda y muchísima colaboración de familia y amigos”.
“En 2004 sufrí otra pérdida, luego de transitar la misma enfermedad que mi mamá, falleció la esposa de mi hermano, tremendo.Con Pablo acompañamos y sentimos a mi hermano y sobrinos más cerca que nunca. Decía que la vida tiene esas cosas, en 2005 nació nuestro hijo. El mejor regalo que pudo darme la vida. Franco, así es, cómo su nombre. Ttiene 16 años, un sol en nuestras vidas, todo por él y aprendí todo de cero, intentando replicar algunas vivencias de mi infancia y poniendo foco en los valores. Y mientras los años transcurrieron, entre 1991 y 2007 desarrollé mi carrera profesional en el Estudio de Auditoría. Disfrutaba mi trabajo a pesar de la carga horaria, con pasión, llegué a ser senior manager de auditoría (categoría máxima de gerente) pero a partir del nacimiento de mi hijo, la pasión por el trabajo en ese lugar empezó a bajar y en 2007 tome la decisión de dejar la firma, busqué un año sabático y una reinserción. Ahí surgió un proyecto de arquitectura para mi marido en Montevideo Uruguay, el nuevo Aeropuerto de Carrasco por un año y medio, y decidimos aceptar y nos fuimos a vivir a Uruguay en diciembre de 2007 nos mudamos, Franco 2 años y medio y nosotros 40. Viniendo de un trabajo intenso, en los comienzos, me inserto en esta nueva geografía, sin trabajar, sin nadie de soporte, solos los tres. Apuntalé a mi marido tomando decisiones tanto en el área escolar, salud, encaminar una nueva vida. Todo comenzó a hacerse más fácil cuando mi vecina del apartamento de al lado tocó la puerta y nos conocimos, única, resolutiva, mamá, hermana, tía, amiga, ¡ídola!”.
“De a poco nos fuimos insertando, padres del jardín de infantes, nuevos conocidos, mas tarde amigos, la directora inolvidable del jardín, cerca de 80 años, única, los mejores recuerdos. Yo no trabajé por un tiempo, y aproveché momentos preciados para compartir con mi hijo. Comprobé que no hay edad para hacerse amigos, y en nuestro caso fueron y son familia por adopción. Nuestro último viaje pre-pandemia fue a Montevideo, donde quedaron tantos hermosos momentos y gente querida”. “No conocí mucho de la historia de Uruguay, pero viví una muy particular anécdota allá. Una mañana salgo del apartamento para hacer mandados, y veo que había mucha gente en la calle. Era un acto de inauguración del nombre a la calle justo donde yo vivía que era una calle corta y nueva. Me quedé, había gente, pero no un amontonamiento masivo. Se estaban acomodando micrófonos, para el acto, miro para el costado y estaba Jorge Battle, lo miré y le dije que me atrevía a saludarlo, que para mí no era común estar al lado de un ex presidente. Nos pusimos a hablar de igual a igual, ahí no había custodios ni ningún despliegue, me contó que su mamá era argentina y a pesar de una frase muy crítica que él tuvo hacia los argentinos, sentía un gran aprecio. Me preguntó por qué razón estaba viviendo en Montevideo, y le comenté que mi esposo trabajaba en el equipo de arquitectos que desarrollaban el Aeropuerto de Carrasco, a lo que me empezó a contar que él había comenzado en su gobierno con ese proyecto. Ahí no terminó todo, al lado de él estaba Julio María Sanguinetti, otro ex presidente, lo llamó y me lo presentó. Fue un momento increíble charlando con ambos, y luego Sanguinetti me presentó a quien era el presidente del partido Frente Amplio, Jorge Brobetto. La amabilidad y respeto, sin importar el color político fue increíble, una gran experiencia, ojalá aprendamos todos a ser más humildes siempre”.
“En Montevideo, entre 2008 y 2012, afronté desafíos de trabajar free lance para un proyecto de auditoría de compra de una bodega, también una suplencia en una gerencia administrativa en una agencia de medios, integro grupo contable de un laboratorio de sanidad animal, soporte administrativo en una financiera con base en la Argentina, entre otros. Las referencias sobre mí, me ayudaron. Ah!, en Montevideo nunca me llamaron por cada CV que mandé, importaban más las referencias de gente que me conocía”.
En 2008 nació mi cuarto sobrino en Capilla. Las visitas a Capilla que eran casi mensuales, luego fueron casi trimestrales. Fue un período de puentes cortados por el tema de las papeleras, por lo que no viajaba nadie por auto. Todo esto limitó a que pocos amigos nos fueran a visitar, ¡¡era glorioso recibirlos!!. En 2010 el proyecto original por el que fuimos llegó a su fin y decidimos quedarnos, ya no como expatriados, sino como localistas, o sea pagar alquiler, uso de autos, etc. Ya teníamos residencia provisoria, trámite que nos llevó mucho tiempo y requisitos, nada estaba digitalizado, muchos trámites y presentaciones (volvimos en 2012 con la “residencia en trámite”, increíble…siendo profesionales independientes y Mercosur). Pablo se insertó en un estudio local y también contó con de clientes propios, y obtuvo muy buenos logros. En 2011 comenzamos a evaluar un regreso por cuestiones económicas. Franco terminaba el jardín de infantes, momento para decidir si seguíamos apostando a Montevideo o volvíamos a Buenos Aires. Ese año me enfermé de neumonía, y estuve internada, durísimo, sola todo el día, un mes me llevó la recuperación sin poder trabajar. ¡Pero salí adelante!. En mi post neumonía me contactó un ex jefe desde Buenos Aires para ofrecerme un trabajo de tres días en Buenos Aires. Tomé ese desafío, venía en avión de Montevideo a Buenos Aires los martes temprano y volvía los jueves a la noche. Fue una previa al regreso definitivo”.
“En febrero de 2012 volvimos de Montevideo, el puente ya estaba abierto luego del conflicto por las papeleras, mudamos libros, juguetes, ropa, cosas juntadas en esos 4 años, todo a pulmón con el auto de mi hermano que nos prestó y la ayuda de la madrina de Franco, y regresamos. Una vez en Buenos Aires, Franco comenzó primer grado, yo continué con el proyecto de los tres días semanales y en abril de ese año Pablo ya estuvo trabajando. Ambos con 44 años, nos reinsertamos sin dificultad y vivimos en nuestro departamento que nunca lo habíamos alquilado. Nosotros volvimos, pero Franco sintíó que partía de un lugar, había vivido más en Montevideo que en Buenos Aires, pero pudo encarar ese proceso sin problemas”.
“Por mi parte continué trabajando con la modalidad freelance en forma independiente. La elegí para poder manejar horarios y dedicar más tiempo a mi hijo. Invertimos en colegio pero hicimos malabares para atender a Franco en el contexto Buenos Aires”. “Desde 2012 hago tareas no gerenciales, pero me siento cómoda, trabajo con ex gerentes compañeros del Estudio de Auditoría y/o estudios referidos por conocidos, me sigo capacitando en el Consejo de Contadores y con amistades compartimos clases y talleres. En tanto, en 2013 hicimos un viaje familiar a Italia, a Forlí, donde vive mi cuñado, hermano de Pablo y disfrutamos de su familia”.
“Soy mamá de Franco, tengo cuatro sobrinos y dos sobrinos nietos en Capilla y un sobrino en Italia, tres ahijados y una ahijada y sobrina, soy tía abuela desde hace unos meses, que puedo decir, me siento ¡feliz!. Eso sí, la independencia laboral tiene la adversidad de la no continuidad de trabajos, pero permite estar cerca de nuestro hijo y de la familia. Con 54 años no me arrepiento de nada de lo hecho, salvo el poder haber anticipado un poco mi maternidad y formar así una familia más grande”.
“Y mi conexión con Capilla es a la distancia, pero muy activa, las redes sociales me ayudan a ver mi pueblo con fotos, recuerdos, anécdotas y vivencias. Voy poco, pero es intenso cuando lo hago, no salgo mucho, vida 100% en familia por lo general y más aún en la pandemia que fuimos muy muy poco y con millones de cuidados. Eso sí, me encanta verme con mis amigas! Y desde ya familiares de Capilla, está la ventaja de las distancias cortas y las muchas manos cerca que te pueden ayudar. Les veo la cara feliz con color a sol, si a sol que se toma haciendo cosas, no “lagarteando” jaja!. Eso es la vida con aire puro , casas bajas y buena gente. A lo largo de mi vida muchas emociones he pasado, el cuerpo las siente, pero el corazón sigue firme siempre intentando no bajar los brazos y disfrutar de mi familia y amigos,lo más importante que tengo, siempre pidiendo buena salud para todos. ¡Y si se puede, dónde sea, hacer algún viajecito siempre!”.