Por Jorge Neri (periodista).
Sobrevuela alegría en el barrio. No es necesario saber de fútbol, nombres de jugadores, quién es el técnico. Ascendió Yupanqui. Por primera vez dejará la última categoría. Llegó a la Primera C.
Es que Yupanqui es más barrio que fútbol. Curiosamente se gestó como un equipo de básquet, y pasó por tantas antes de festejar con el fútbol. Fue la gente de Villa Lugano la que se puso al hombro al club cuando en el 61 un incendio lo devastó, levantando nuevamente la sede a unos metros, en la loma de Guaminí y la colectora sur de Dellepiane, y hoy aparece como una atalaya vigilando la llegada a la ciudad.
Entre esas paredes se formaron parejas, muchas en los carnavales, donde sobre la canchita al aire libre aparecían Sandro o Sergio Denis o León Gieco, mientras sus padres, escaleras abajo, en el salón, aterciopelaban el oído con la voz cadenciosa de Floreal Ruiz y “Aquel tapado de arminio”. Los veranos del Yupa eran especiales, sobre todo por la maratón de 35 horas de papi fútbol. Había partidos sin parar. Llegaban jugadores profesionales -muchos a escondidas- a jugar esos torneos. Había una cita imposible de incumplir, por más que fuere a las 3 de madrugada: estar para el partido que jugaba “Pancho” Cuervo, aunque lo hiciera diez minutos porque las rodillas ya no le daban para más, producto de lesiones que entonces sacaban boleto al ostracismo.
“Panchito era un malabarista de la pelota”, lo definió Héctor Alfano, preparador físico en Racing. El Coco Basile siempre lo recordó como un fenómeno. Pertenecía a la camada que le seguía al Racing campeón de Pizzuti. Pase de rabona en diagonal al pecho del compañero, caño, sombrero. Era un ratito, porque más no podía, pero valía la pena. Un rival una tarde salió de la cancha: “con este tipo no se puede…” Los carnavales ya no se festejan así, alguna trifulca terminó con las maratones del papi, y Pancho ya no está.
Sin embargo Yupanqui sigue siendo familia, amenizando mateadas en el acompañamiento a los pibes en los entrenamientos y torneos infantiles, a las chicas en patín, o el encuentro de muchachos del básquetbol, practicando por la noche, tras la jornada laboral, haciendo honor a los fundadores del club, juntándose por amor al deporte. Por eso hay alegría en Lugano, porque Yupanqui es parte de su vida.