Estupefacto.

Me he sentidoante las declaraciones políticas, con un percibido tinte a favor del gobierno kirchnerista, del Papa Francisco. Como nunca, puso sus cartas sobre la mesa y sin decirlo (“no hago nombres” como dijo a su entrevistador ultra K, Gustavo Silvestre), respaldó a CFK, al ex juez Zaffaroni (“somos amigos”), a Lula presidente actual de Brasil, a Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil y puso en duda las pruebas (law fare), que llevaron a la justicia argentina a condenar a la vicepresidente.

Sino revistiera semejante investidura, como jefe de la iglesia católica, uno de los hombres mas poderosos del mundo, y con ascendencia sobre miles de millones de fieles en la tierra, entendería que aún siendo sacerdote u obispo, pudiera vertir opiniones políticas como también mostrar gestos políticos dirigidos a un sector de la Argentina, su país.

Sin embargo, es el Pastor de la iglesia católica, quien representa a Jesús en la tierra y por ende como Pastor, debe velar por absolutamente todos los hombre s y mujeres con FE católica sin caer en cuestiones terrenales, ni intereses partidarios independientemente -atención, aclaro- del partido que se tratara, que no le competen.

¿Si iría a verlo si viniese a su pais, nuestra Argentina?. Mmm, no he tenido dudas, iría a estar con el pastor, a quien he respaldado ante cuestionamientos. Rol en que lo respeto a rajatablas. Ahora bien, en modo alguno, asistiría a un encuentro ¿multitudinario?. si quien lo encabezara fuera Jorge Bergoglio quien como hombre, falible y sesgado, no me representa.

Siento tristeza. Del orgullo legítimo por ser contemporáneo de un Papa argentino, un hecho histórico, y de la emoción inolvidable por verlo y escucharlo hablar en el Vaticano, o haber recorrido Filadelfia en Estados Unidos, expresamente para seguir sus pasos pocos días más tarde de su visita años atrás, a esta desazón por percatarme que también lo lastiman los pecados terrenales y termina siendo un hombre falible y común como cualquiera de nosotros. El orgullo hecho añicos.

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