OTRO FLAGELO QUE GOLPEA A LAS FAMILIAS.

De manera constante llegan a mi consulta, familiares con alguna cercanía en su seno íntimo, con problemas de conducta derivados del evidente consumo de drogas en alguno de sus componentes.

Lamentablemente las campañas de prevención con respecto al tema adicción ESTÁN AUSENTES desde el Estado mismo, y si bien es una problemática que crece día a día y que desde diferentes aristas ataca violenta y constantemente, como sociedad asumimos la convivencia con ella, pero pocas herramientas  tenemos para combatirla.

Mínimamente apelo a la información de la sociedad. A esta altura de la grave situación, pedir por campañas de prevención o de trato de la problemática instalada en función del salvataje del adicto me resulta ENORMEMENTE pretencioso.

“Mi hijo se droga” dice la mamá desesperada quien recibió un sacudón tan fuerte al enterarse del hecho, y no sabe cómo abordar a su hijo. Entonces empieza plantearse qué pasó con él, con quién trata, colegio, amigos, alguna novia o simplemente qué hizo mal ella para que esto ocurriera, dando espacio a su propia culpa o mínimamente a su responsabilidad.

Seguramente desde lo básico, el conocimiento de síntomas inmediatos frente al consumo de algunas sustancias, que por lo general, confluyen en desarreglos horarios, en cierta irritabilidad en el carácter, apatía, desgano…

Somnolencia, temblores, ojos enrojecidos, pupilas dilatadas, falta de interés en la higiene, movimientos descoordinados, ojeras, pérdida o aumento del apetito. Datos importantes para tener en cuenta quizás como prevención, pero una vez instalada la problemática…qué hacer!!!  SIEMPRE apunto a la “conciencia de enfermedad”.

Tan complicado es para el adicto asumir esa condición, como para el familiar mismo. La negación es recurrente en estos casos si bien la familia nota claros desarreglos en su pariente amado y los conflictos que él mismo genera a veces, la desinformación impera en ellos y el alboroto emocional ocupa un espacio preponderante. La familia también necesita contención y asumir su papel le resulta chocante. Suele aparecer la figura del codependiente, que deposita sus propias falencias en el adicto pensando inclusive que la recuperación del mismo, será la plena solución de todos los conflictos familiares.

Cuando una persona sufre la enfermedad de la adicción, las áreas laboral, social y  económica tambalean pero quizás el daño mayor se encuentre en la familia. Los familiares conviven con las consecuencias de la enfermedad es por ello que cuando una persona inicia un proceso de recuperación, la familia debe participar de manera activa a tal punto que también ella desde su espacio, necesita recuperarse de igual modo.

Generalmente los enfermos inician el proceso de rehabilitación inducidos por familiares, parejas, hijos, etc. Ellos son el punto de inflexión poniendo recurrentemente al enfermo en una situación límite, llegando a este extremo porque asumen que la situación es insostenible y que el enfermo está tocando fondo. El papel de la familia es esencial.  Ahora bien, tamaña responsabilidad en plena crisis de TODOS los componentes sin tener el conocimiento del abordaje de la problemática, ES una tarea enormemente difícil.

Que de manera efectiva la familia se vaya familiarizando con esta espinosa situación significa encontrar su propia contención emocional. Ir incorporando herramientas, formas y elementos prácticos para el trato con el adicto, es de gran ayuda para ellos y para el adicto mismo.

Si bien en la mayoría de los casos el amor impera y es el motor de esta búsqueda de ayuda, debemos entender que la característica de la enfermedad es que ataca directamente a la conducta de la persona y el familiar se enfrenta a una tarea ingrata, difícil y altamente desgastante.

 

Por Pablo J. Roca.

(11 3572 4612)

Consejero en Salud Mental especializado en Adicciones.

Acompañante Terapéutico Especializado en Adicciones.

Especialista Par.

Instagram: pablojavierroca/ centro_entre_pares.

 

 

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