VAYA CASO EL DE EXALTACIÓN DE LA CRUZ.

Desde los años `70, han sido varios los exaltacrucenses que resolvieron dar un giro a sus vidas y afrontar el gran desafío de irse a vivir al exterior; decisiones fundamentales que en los últimos tiempos por la situación del país, se han notado más. Sin embargo, los exaltacrucenses por el mundo no son una novedad reciente, data de muchos años atrás.

Jóvenes, hombres, mujeres, solos o en familia, tomaron la decisión de continuar sus vidas, sus proyectos en alguna parte del mundo. En EPOCA, hemos venido reflejando historias de algunos quienes se afincaron en distintos países del mundo, y a diario elaboran y no sin esfuerzo, las vidas que se han trazado como objetivos.

No olvidan su país, la Argentina, y el pago chico que los vio nacer Exaltación de la Cruz siempre en la memoria; acaso extrañen a padres, hermanos, abuelos, amigos, sin embargo convencidos y con convicciones y capacidad siguen adelante consolidandose a miles y miles de kilómetros.

Román Arrieta encarna a uno de los jovenes que partió, integrante de una conocida familia de Capilla del Señor, vive en Biarritz, Francia, un lugar de ensueño donde despliega como reconocido cheff, su pasión por la cocina.

-¿Cómo empezó todo Román?, le pregunta EPOCA.
-Je, y si empezamos desde el principio, la verdad me fuí de la Argentina en el 2011. Lo hice para hacer un viaje con una amiga, un viaje que se suponía que iba a durar un mes más o menos, y que terminó durando dos años. Recorrimos siete países (Argentina, Bolivia, Perú. Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil. Ese recorrido me sirvió para aprender sobre las culturas de cada país, y sobre todo lo que me interesaba mucho era aprender sobre la comida y la gastronomía de cada lugar.

 

Elizabeth, los chicos Orion y Sohan y Román.

-Luego volviste a la Argentina…
-Sí, y me quedé un tiempito disfrutando de la familia, hasta que al poco tiempo recibí una llamada de un amigo que se había quedado en Venezuela. Me propuso asociarme con el para abrir un restaurante, así que hice mi valija de nuevo!, y me fuí. Durante un año tuvimos un restaurante , y fue una experiencia espectacular, aunque la verdad no fue fácil. Con la llegada de la crisis, la muerte de (el presidente Hugo) Chaves y la seria falta de productos para el restaurante, se volvió un poco complicado. Así fue que decidimos vender lo que se podia y me volví para la Argentina.

-Y después no paraste.
-Y no, me quedé solo dos meses creo, y luego me fuí a Uruguay a hacer la temporada de verano, con mi idea de seguir aprendiendo sobre comidas, cocina, cultura de los diferentes países. En esa ocasión conocí a Elizabeth, quien hoy mi esposa y compañera y, la mamá de nuestros dos hijos. Digamos que te resumo así la historia, aunque es bastante divertida: con Elisabeth nos conocimos en el medio de la ruta, ella estaba haciendo dedo para ir hacia Punta del Diablo, un pueblo de Uruguay donde yo había decidido quedarme un tiempo. Para todo esto ibamos en el auto de una amiga con los dos niños de otra amiga y yo, así que cuando vimos Elizabeth en la ruta, solo había un lugar en el auto!, y paramos pero Elizabeth estaba con dos amigos más, así que como pudimos nos metimos todos en el auto y fuimos hasta Punta del Diablo. Allá pudimos alojarlos en la casa de otra conocida, y bueno, después empezamos a vernos de vez en cuando. Más tarde, luego de un tiempo, empezamos a estar juntos y decidimos seguir viaje, ella se fue a Chile y yo regresé a la Argentina trabajando para reunir un poco de plata y así poder irme de viaje con ella. Al poco tiempos nos pudimos ir juntos a las Cataratas del Iguazú, recorrimos todo esa belleza, y pasamos a Paraguay. Nos quedamos dos meses y medio más o menos en Paraguay y de ahí pasamos a Bolivia.

-Otro país más…
Sí, y fue en Bolivia donde nos enteramos qué Orión, nuestro primer hijo estaba en camino!. Fue impresionante y a la vez bastante difícil, solo hacía cuatro meses que nos conocíamos, y no te voy a negar que tuvimos bastante miedo. Pero bueno, después de mucho hablar y reflexionar, decidimos seguir adelante. Volvimos para Argentina, hicimos los primeros controles del embarazo y decimos que lo mejor era que nos viniéramos para su ciudad. Imaginate, corria el 2015 y la situación económica en Argentina no era muy prometedora; ella no lograba entender los precios de los dolares diferentes entre el oficial, el “negro”, el “blue”!!!, era algo muy dificil de explicar a un europeo. Ocurre que Elizabeth nació en Biarritz, una ciudad del País Vasco francés, a 40 kms de la frontera con España, y viene de una familia española. Su mamá es española de La Rioja, zona del buen vino por lo que habla español muy bien, tanto que al principio yo no le creía que fuera francesa, jaja!.

-Y seguiste tu vida andando.
Ella volvió para Francia unos meses antes, yo me quedé para trabajar y hacer otra vez un poco de dinero. La verdad fue que no tenía plata para venir a Europa y asumir la responsabilidad de una familia y todo lo que conlleva. Ni siquiera hablaba el idioma, por suerte recibí mucha ayuda de todas las partes, familia, amigos, conocidos de mi familia me ayudaron con trabajo, trabajitos, changas por aquí y por allá. Trabajé en el restaurante de un amigo, hice de todo para conseguir un poco más de plata. Así fue que a fines del 2015, subí a el avión con mi mochila, mis 500 dólares y una incertidumbre terrible. Llegué a Madrid y con las indicaciones marcadas en una libretita!, pude llegar hasta un pueblo de La Rioja donde me fue a buscar Elizabeth. Después de pasar unos días en la localidad de Haro, nos fuimos a Biarritz, en Francia.

Una postal conocida en el mundo: Biarritz, al sudoeste de Francia.

-Un muy hermoso lugar.
-Sí!, es la ciudad donde vivo hoy; me acuerdo que esa primera vez que vine, no te voy a negar, estaba muerto de miedo. No entendía nada del francés, veía que todo era carísimo, para comprarte una medialuna necesitabas un euro!, y un euro te alcanzaba a lo sumo para una medialuna o un croissant como le dicen acá. No podía imaginar cómo iba a hacer, como viviría en el lugar. Siempre fuí bastante flojo con los idiomas, y no me creía capaz de poder aprender el francés, y la verdad me resultó muy dificil, je!. Durante los primeros cinco meses intenté aprender con una aplicación, hice algunos cursos en asociaciones como la Cruz Roja, y en otras asociaciones que ayudan a los extranjeros. Sin embargo, me costaba bastante, busqué las mil y una formas para aprenderlo!. Si entrabas a mi casa podías ver cartelitos pegados en cada objeto, en el sillón, la cafetera, enchufe, mesa, sillas, con el nombre en francés. El problema era que aquí no se lee como se escribe, como ocurre con el idioma español. Fijate nomás, un ejemplo simple: “agua” se escribe “eau” y se dice «o». Así con todo, y bueno luego recibí la carta oficial para tramitar mi visa y de esa forma me daban en forma obligatoria unos cursos relacionados con la vida cotidiana en Francia. Temas tales como educación cívica, un poco de historia, tambié un curso de francés de acuerdo al nivel de cada uno.

 

Merluza con salsa de pesto, Uno de los deliciosos platos preparados por Román el restaurante La Terraza, donde se desempeña. ¿Te va?

 

-Estudiar y la necesidad de trabajar, pensando en tu familia.
Claro!. Tomé los cursos, y vinieron los exámenes, y como no sabía nada me dieron 150 horas de cursos de francés, las que no pude terminar porque era un curso completo. Estábamos ocho horas en la escuela aprendiendo francés, y se acercaba el nacimiento de mi primer hijo!. Necesitaba trabajar, fue así que por unos conocidos de mi mujer, encontré trabajo en un restaurante como cocinero. Empecé con bastante temor, dado que aún no hablaba una palabra de francés!. Sin embargo, a base de señas y observación, aprendí todos los platos de la carta. Imagínate que en la entrevista de trabajo me ofrecieron 1600 euros de sueldo. Yo no lo podía creer, ja!; era una fortuna para mí, si bien había olvidado el detalle que estaba en Biarritz y que la vida era cara. Después nació Orion y tuve la alegría de que mis papás (Oscar y Marcela, vecinos capillenses) pudieron venir a conocerlo.

 

Orion, el hijo mayor del capillense, frente al mar

-¿Cómo te fue en esa primera experiencia como cocinero en Biarritz?
-En ese restaurante trabaje más de tres temporadas como cocinero, y ahí fue donde aprendí más el francés ya que mis colegas no hablaban español, o solo algunas palabras. Por eso me vi obligado a aprender, poco a poco seguí con mis cursos de francés, rendí el examen y lo aprobé así que volví a renovar la visa, y tuve la oportunidad de volver a Argentina cuando mi hijo tenía un año y medio. Estuvimos de visita durante tres meses, la verdad es que estar lejos se hace bastante difícil, no ver a tu familia, a tus sobrinos, a tus hermanos, a tus amigos. Disfrutamos mucho en ese reencuentro y luego regresamos a Biarritz, no he tenido la oportunidad de volver luego de ese viaje, ya que conseguí un contrato fijo como chef de cocina en un restaurante. Y fue un gran desafío para mí. Resultó mi primer trabajo en Francia como chef en un restaurante a cargo de una cocina con personas a cargo, todas francesas, y yo con mi francés “extranjero” liderando. La verdad fue una súper experiencia, aprendí mucho, en medio de todo eso había llegado el segundo embarazo de mi mujer y nació Sohan, nuestro segundo hijo. A eso le siguió el Covid, la pandemia que ha golpeado tanto al mundo, estuvimos confinados, luego el segundo confinamiento. No te voy a negar que disfruté bastante estar en casa, con mi familia, hasta que regresamos a la normalidad, eso sí, un poco cambiada.

 

Una hermosa vista desde la casa del capillense y su familia

-Román, ¿cómo es vivir a diario en una ciudad tan emblemática, famosa, como Biarritz?
-Mirá, es muy particular; es una ciudad de unos 30 mil habitantes con muchas personas mayores, y sobretodo una ciudad balnearia, muy turística. Una mezcla de lujo y bohemia, de Ferraris y bicicletas, de surferos y aristocracia. Es muy linda y tiene una arquitectura formidable.

 

Frente al mar.

Román Arrieta, poco más de 30 años. Desde Capilla del Señor dejó volar sus sueños, su vocación y se afincó en un lugar soñado. Formó una familia y todos los días los platos creativos y deliciosos que surgen de su ingenio y capacidad, aprobados por quienes los saborean en el restaurante La Terraza, le siguen dando nuevos espaldarazos.

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