LA PREGUNTA.

La Argentina, que fue un pilar de la música en español en el mundo, vive hoy una realidad cultural que nos invita a una reflexión profunda y abarcativa.

Desde el tango de Gardel y Piazzolla, pasando por la poesía de Goyeneche y el rock innovador de los 80 con Soda Stereo, la Argentina marcó a generaciones con su arte y su influencia regional.

La música argentina reflejaba una identidad única, rica en emociones profundas y una búsqueda constante de excelencia artística. Sin embargo, en la actualidad y desde hace años años, la escena musical parece más un reflejo de las carencias sociales que de su talento.

La falta de acceso a la educación de calidad y el abandono de las políticas culturales y educativas, padecidas desde hace décadas, han permitido que expresiones más simplistas, con mucho menor contenido y llenos de esa decadencia brutal que ha ensombrecido al país, tomaran un inusitado e ¿inexplicable? protagonismo.

Mientras en otras épocas nuestros ídolos inspiraban admiración y orgullo en el país e incluso en buena parte del mundo, la música popular pareció orientarse hacia el consumo rápido, desechable y de una pobreza artística y cultural patética, destacando estilos invadidos de una pobreza creativa indescifrable; lejos, lejísimo de ofrecer profundidad ni en su lírica ni en su propuesta artística.

¿Qué pensarían Gardel, Goyeneche o Piazzolla de esta tan cruda y devastadora realidad?

Tal vez se preguntarían cómo el país que alguna vez fue faro cultural en el continente e inclusive para muchos otros países, ha permitido que el arte, que nos identifica y une, perdiera su industida calidad y prestigio para sumergirse en un pozo oscuro, profundo y de muy difícil salida.

La música puede ser una voz para los sectores más desfavorecidos, que tanto han crecido en la Argentina producto de gobiernos que olvidaron el capítulo más importante del libro: trabajar para la gente. Y en tal sentido, jamás debe sacrificarse o dilapidar la riqueza cultural que define a un país.

La solución no es rechazar a las nuevas tendencias, sino fomentar la educación y el aprecio por el arte, la cultura, el respeto por el prójimo y por el próximo, y la voluntad para trabajar aniquilada por políticas erráticas, con nítidos tintes populistas que llevaron una vez más a la Argentina al fondo del mar, y vaya a saber si habrá sido la última.

La Argentina imperiosamente debe recuperar su verdadera identidad, la que vale, perdida en tantos desavaríos. Y esa identidad, también pasa por la música y el respeto internacional que una vez supo ganarse. ¿O será una utopía?

Por Gustavo Rosso (especial desde Minneapolis, EE.UU)

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